Brasil se ahoga entre contaminación e incendios

«Aunque soy fumador, toso más que de costumbre», dice preocupado el estudiante Luan Monteiro en el puerto de Río de Janeiro, que como muchas ciudades brasileñas vive desde hace semanas con picos de contaminación, debido a la ola de incendios en el país.

En medio de una sequía extrema ligada al cambio climático, Brasil sufre los efectos de una multiplicación de fuegos de norte a sur. Las nubes de humo cubren buena parte del territorio del mayor país de América Latina – «hasta 80%» la semana pasada -, según Karla Longo, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).

«El cielo luce horrible. El sol ya no se ve bien, está muy borroso. Normalmente el aire aquí no es tan seco, porque estamos cerca del puerto y eso refresca. Pero ahora está más seco de lo normal», constata a la AFP Monteiro, de 20 años.

Sao Paulo, la mayor metrópolis latinoamericana, escaló durante varios días a lo alto de la clasificación de las ciudades más contaminadas del mundo, según la empresa de vigilancia de calidad del aire IQAir, con base en Suiza.

Las mascarillas se volvieron a ver, sobre todo en Porto Velho y otras ciudades de la Amazonía, que vive su peor ola de incendios en casi dos décadas, según el observatorio europeo Copernicus.

«En el vuelo de Sao Paulo a Rio pude ver el problema. Al mirar por la ventana, había mucho humo negro. Es realmente impresionante», afirma en la playa de Copacabana Celso Quijada, un administrador paulista de 36 años, de visita a la «Cidade Maravilhosa».

«Toallas mojadas»

Al menos 40% de los habitantes de Sao Paulo y de Belo Horizonte, la capital del estado de Minas Gerais, y 29% de Rio de Janeiro afirman que su salud se vio «muy» afectada por la contaminación, según un sondeo del instituto Datafolha publicado la semana pasada.

En uno de los mayores hospitales de Brasilia la atención a pacientes por problemas respiratorios superó en más de 20 veces el promedio.

Para soportar el clima seco en Brasilia, que acumula más de 160 días sin lluvias, Valderes Loyola instaló en su casa un ventilador, puso toallas mojadas y baldes con agua.

«Cuando salgo me pongo mi mascarilla», dice a la AFP esta ama de casa, de 72 años, con la boca y nariz tapadas, mientras camina por el metro.

Las clases fueron momentáneamente suspendidas en casi cuarenta escuelas de la capital, mientras las autoridades recomendaron a sus habitantes hidratarse y evitar los ejercicios al aire libre.

Como fumar

Especialistas señalan que el humo depositado en el aire por los incendios genera efectos comparables con fumar diariamente de cuatro a cinco cigarrillos.

La contaminación del aire puede provocar desde «irritaciones hasta dolencias» respiratorias – como bronquitis y asma – y el riesgo es mayor cuanto más prolongada es la exposición, según el pediatra Renato Kfouri, vicepresidente de la Sociedad Brasileña de Inmunizaciones.

Si los fuegos se hacen recurrentes «la tendencia es que exista esta situación todos los años» en Brasil, dijo a la AFP la médica Evangelina Araujo, presidenta del Instituto Ar.

Las búsquedas en internet sobre «calidad del aire» se dispararon en todo Brasil a niveles inéditos, según la herramienta Google Trends, que también dio cuenta de un aumento de los términos «humidificador» y «purificador de aire».

En ciudades como Brasilia y Rio de Janeiro, los fanáticos de los amaneceres y atardeceres asistieron a espectáculos con tonos rojizos y naranjas, atribuidos al reflejo de los rayos sobre las partículas contaminantes.

Sin monitoreo

Expertos apuntan a modelos anticuados en la medición de la calidad del aire y ausencia de planes para casos de emergencias en Brasil.

Con sólo 1.7% de los municipios con estaciones de monitoreo del aire y concentrados en las zonas más pobladas e industriales del sureste, el sistema «es muy precario y desactualizado», señaló Evangelina Araujo.

Y la experta apunta a que solo una quinta parte de estas estaciones tiene capacidad para detectar las dañinas partículas finas (PM2.5) encontradas en las humaredas.

En Brasil, el límite diario para las PM2.5 es de 60 microgramos por metro cúbico, cuatro veces la recomendación Organización Mundial de la Salud.

Y compaginar ese patrón con niveles internacionales llevará más de 20 años, según una resolución gubernamental.

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