Escuchar el clamor desesperado de Socorro Liranzo Castillo, mejor conocida por sus allegados, como Albanelis, quiebra hasta al más apático de los mortales. Padece de fibrosis pulmonar intersticial, una enfermedad que afecta su sistema respiratorio y que compromete a sus dos pulmones.
Antes de seguir, es importante decir que esta enfermedad es el nombre de un grupo de afecciones que causan inflamación o cicatrización de los pulmones. La de ella está muy avanzada y eso la hace ser dependiente de oxígeno. Ella luce cansada, desmejorada y desanimada, pero con ganas al menos, de disponer de los recursos necesarios para adquirir un concentrador de oxígeno que evite el gran gasto diario que tienen con los tanques.
Para poder ayudar a su mamá a que disponga de esta respiración artificial, sus tres hijas Arlenis, Yuneli y Yicaury, y su esposo Pedro Juan Peralta deben buscar mensualmente entre 100,000 y 200,000 pesos cuando apenas consiguen para comer.
La familia de Albanelys no se ha detenido a lamentarse por la falta de recursos que tienen. Han concentrado todos sus esfuerzos en buscar dinero “donde se meta”, claro, siempre de forma honesta. No les ha dado vergüenza pedir ayuda, aunque la recibida por buenos samaritanos que se conduelen de esta situación, no ha sido suficiente. “Son muchos gastos los que tenemos con mami en estas condiciones”.
Saben lo delicada que es esta enfermedad, y lo único que quieren es que las autoridades y particulares les ayuden a darle una buena calidad de vida a su mamá en esta etapa tan crucial de su estado. “A mí también me atormenta saber que hay que buscar tanto dinero para mi salud”. Eso lo dice la propia protagonista de esta historia, a la que “no le sirve ninguno de sus pulmones”.
Han tocado varias puertas en búsqueda de ayuda, pero hasta ahora, sólo algunas personas, a veces sin poder, son las que aportan hasta 100 pesos para comprar el oxígeno y el tratamiento que necesita llevar esta mujer a la que la enfermedad la tiene atada a un tanque de oxígeno.
Una hija está dispuesta a donarle un pulmón
¿Cuál es la opción médica que puede salvarle la vida? Sobre esta interrogante, de la que ya se podía suponer cuál era la respuesta, no pierde tiempo en decir: “Un trasplante de pulmón. Sé que es algo delicado, pero tengo mi fe puesta en el Señor, sé que Él abrirá todas las puertas necesarias para que yo pueda obtener ese trasplante. Yo quiero vivir”. Su clamor duele y genera impotencia, no sólo entre sus familiares, sino en quienes son capaces de calzar sus zapatos.
“Estoy muy positiva en que Dios me concederá su milagro y me va a sanar”. Esto lo dice cuando no la invade ese deseo de rendirse que pone tan triste a su familia. Claro, tiene sobradas razones para un día más que otro “tirar la toalla”. Con regularidad, Albanelis debe ser llevada a una clínica porque el tiempo va en su contra.
Para poder someterse al trasplante tiene que ir a extranjero porque en República Dominicana aún no realizan ese tipo de cirugía. “Una de mis hijas está dispuesta a donarme el órgano, pero el procedimiento es muy costoso, son millones de pesos los que habría que buscar”. La protagonista de esta historia está consciente de la realidad, pero admite tener muchas ganas de vivir.
“No me quiero rendir y necesito de la ayuda de todo el que pueda, quiero ver mis nietos crecer y mi hija graduarse, pero ya no tengo fuerzas ni mi familia tiene dinero para ayudarme”. Aunque todos están positivos en que puede ocurrir el milagro, tanto ella como su esposo y sus hijas esperan que, en lo que sucede, aparezcan manos solidarias que les ayuden a comprar el oxígeno que necesita diariamente para poder respirar y sentirse viva.
Si la quieres ayudar puedes hacer tu aporte a la cuenta de Banreservas No. 9606438063 a nombre de Socorro Liranzo Castillo. Cédula 053-0028404-8. También puedes llamar al (829) 854-6885.
A Albanelis, la saturación de oxígeno le ha llegado a bajar hasta a 35
Desde el punto de vista de la medicina, el porcentaje de oxígeno en la sangre debe estar entre los 95 y 100 milímetros de mercurio. A Socorro Liranzo Castillo (Albanelys), le ha bajado hasta a 35 por el daño que tienen sus pulmones producto de la fibrosis que padece.
Ella está consciente de su afección y de que ya hasta el más mínimo esfuerzo que haga, la cansa, pero aún así no pierde la fe en que en esta etapa podrá tener una mejor calidad de fina. “Ya mi enfermedad está en la etapa final, pero no quiero que me falte mi oxígeno que es lo que me ayuda a mantenerme viva hasta que Dios quiera”. Esto lo expresa con dificultad porque ya no puede casi hablar, pero necesita decir que su familia no tiene cómo comprarle los tanques que requiere o una máquina que se lo dispense.
Su esposo es agricultor, su hija mayor trabaja en una tienda de celulares, la otra que le sigue está emprendiendo, y la más pequeña está estudiando. Ninguno tiene un trabajo que le permita obtener ingresos suficientes para cubrir los gastos de oxígeno y el tratamiento que debe seguir la dueña de esta historia.
A Albanelys se le preguntó sobre el tiempo que lleva enferma. Según la respuesta, los síntomas llegaron primero que el diagnóstico. “Hace como seis años que me dijeron lo que tengo, que es fibrosis pulmonar intersticial. Después de ahí comencé a llevar tratamiento, pero es una enfermedad muy agresiva y cada día me siento peor. Ya no respiro por mí misma”. Aunque quisiera llorar al decir esto, su poca energía no le permite desahogarse.
Acudió al médico en búsqueda de conocer qué tenía, porque se sentía cansada, con dificultad para respirar y con molestias que cada día se volvía más agresivas. Enterarse se que sus pulmones estaban tan afectados, no fue fácil de asimilar, pero no había tiempo de detenerse a pensar en ello. Más que preocuparse había que ocuparse. Así lo han hecho, pero la falta de recursos económicos los mantienen con las manos atadas.
Con sus emociones a prueba
Saber que la única opción que tiene es el trasplante y reconocer que su familia no tiene la más mínima posibilidad económica para someterla a ese procedimiento, también debilita la salud de Albanelis. Por ello es que, en esta etapa, que según dice, es la final de su enfermedad, al menos quiere encontrar la seguridad de tener siempre su oxígeno.
Esta situación por la que atraviesa, hace que la dueña de esta historia no esté bien tampoco emocionalmente. “Aveces me siento sin fuerzas, sin voluntad de comer, y algunas veces, sin deseos de vivir”. Escucharla decir esto, duele, pero es de esperarse que se sienta así. Para poder sanarse necesita millones de pesos, tantos que, como algunos médicos le han dicho, no pueden tener ni idea del monto exacto.
“Sólo saben que son muchos”. Esto lo dice una de sus hijas.
¿Dónde la atienden?
A esta pregunta responde ella misma de inmediato. “Anteriormente me atendían en el Hospital Salvador B. Gautier y actualmente en el Centro Médico Dominico-Cubano”. Lo responde con mucha dificultad porque, aunque quiere hablar, hacerlo la sofoca y gasta sus energías.
Esta señora, nacida en Constanza, provincia La Vega, reside ahora en Santo Domingo para poder tener mejor acceso a los médicos. “Cada rato hay que salir con ella para la clínica porque se pone mala, a veces porque no disponemos del oxígeno y hay que llevarla para que se lo pongan allá hasta que se consigue el dinero para comprarlo”. Lo dice su hija entre lágrimas.
Otro motivo por el que no puede estar en su amado pueblo es porque subir a Constanza representa poner en mayor riesgo su salud debido a la altura que hay que ascender para llegar hasta allí. Su familia reside en la capital pagando alquiler, lo que significa que, ahora a todos los gastos para subsistir en la pobreza en que viven, deben buscar dinero para mantener viva a su mamá.
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